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No todos los bonsáis son miniatura, en China llega a haber desde ejemplares de cuatro o cinco metros de altura, hasta pequeñísimos bonsáis de apenas dos o tres centímetros, eso sí, plantados en bandejas y macetas
Fue a finales del siglo XVII que una oleada de exploradores europeos llegó a los palacios imperiales de China y a los majestuosos castillos de los gobernantes Shogun en Japón. La impresión que se llevaron los aventureros al toparse con estos hermosos lugares debió haber sido insólita: una arquitectura de extensos patios descubiertos con cercos de piedra gris y esculturas en bronce, las columnas de madera rojiza y zoclos blancos, coronadas por techumbres con aleros de teja negra. Dentro de los recintos, miles de azulejos dorados adornando los las bóvedas poligonales, los pasillos formados por largas vigas de madera y en las estancias los hermosos biombos delineados a mano.
No obstante, aquello que debió causarles el mayor asombro debieron haber sido los bellos jardines orientales con lagunas transparentes, peces dorados, elegantes puentes, cientos de piedras lisas de colores grisáceos y, por supuesto, los misteriosos bonsáis.
Se sabe que el bonsái se inventó en China hace miles de años, los antiguos maestros dicen que su nacimiento data desde principio de los tiempos humanos. Fuese así o no, durante la época de la dinastía Qin en China (221-206 a.C.) el trabajo del bonsái comenzó a extenderse como un arte propio de monjes taoístas, quienes creían que encogiendo los árboles lograrían destilar y concentrar las propiedades mágicas que estos albergaban en su interior.
Algunos otros, en su mayoría alquimistas, aseguraban que empequeñeciendo el espécimen se lograba retrasar el flujo de sabia entre sus ramas, y ello extendería sus años de vida; sostenían que del mismo modo, si el hombre fuera capaz de reducir su ritmo cardiaco y pulso, también desafiaría el tiempo y podría alcanzar la inmortalidad.
En las dinastías posteriores a la Qin, la herbolaria fue apreciada y fomentada por la nobleza china. La cultura del bonsái también fue adoptada y practicada por los comerciantes adinerados, y así, en el siglo VII, su cuidado se convirtió en sinónimo de estatus social y económico elevado. No fue sino hasta el siglo XII que este arte llegó exportado a Japón, país que influiría de manera determinante en suteorización y sentaría las bases actuales de las escuelas y corrientes más importantes de modelado del bonsái.
Cuidar un bonsái puede ayudarte a proteger tu salud mental y evitar la depresión
El bonsái representa la fortuna, el equilibrio espiritual y la relajación, además de que te hace conectar de una forma muy especial con la naturaleza.
Cultivar bonsái es una práctica que protege tu salud mental ya que se trata de una terapia oriental muy similar al yoga, por lo que traerá numerosos beneficios a tu salud mental y bienestar
El bonsái, de acuerdo con la cultura japonesa, representa la fortuna, el equilibrio espiritual, la contemplación y relajación, además de que te conecta de forma muy especial con la naturaleza.
Es cierto que el bonsái es especialmente delicado y necesita cuidados específicos para que se mantenga sano y hermoso, pero no hay nada de lo que debas preocuparte, tu atención y cariño te ayudarán hacerte cargo de tu arbolito.
Tip: si llevas los cuidados al pie de la letra y notas que las hojas de tu bonsái se marchitan, utiliza agua de lluvia o purificada para su riego, es probable que el cloro y otros químicos estén dañando tu árbol.
Luz: el bonsái necesita la mayor cantidad posible de luz natural para que sus hojas se mantengan vivas y sus ramas sigan creciendo.